Se cuenta que hay profesores universitarios de las llamadas «carreras de letras» que, de forma altiva, presumen de corrección ortográfica y luego, durante las clases, se les descubre el pastel. Ante esa situación, en lugar de reconocer el error aun previa muestra en sus caras de la entrada en el diccionario, se cierran en banda bajo el pretexto de que, no solo ya el vocablo, sino la lengua entera es como ellos dicen. ¿Es este pretexto absurdo? Tanto como decir que yo mismo no me he encontrado nunca con estos académicos de primer nivel. Y es que, amigos, amigas o gente que tan solo pasaba por aquí, la educación en España es lo que es: un SEAT 600 en una muestra de vehículos superdeportivos.
Uno de los errores que se observa con más frecuencia, al menos por el sur del país y hasta que un estudio detallado indique que no hay relación directa, es el de la palabra «sinergia». Esta palabra es llana. Las dos últimas vocales forman diptongo, en definitiva, una sola sílaba. La forma correcta de escribirla es sin tilde, por ser llana y acabar en vocal, y debe pronunciarse si-NER-gia —disculpad la forma en que lo he plasmado—. Sin embargo, por influjo de la palabra «energía», se tiende a tildarla y pronunciarla como esta, de forma que sonase y se escribiese como si fuera *«sinergía».
Muchas veces la etimología es buena desfacedora de entuertos. La palabra «sinergia», que insisto en que es llana, no lleva tilde y la sílaba tónica es –ner-, procede del griego. Por otra parte, «energía» viene del latín, y a su vez de otra palabra distinta del griego. Dicho de otra manera, «sinergia» y «energía» no tienen relativamente nada que ver, y no se debe dejar influir la acentuación de una en la otra.